domingo, 7 de diciembre de 2014

Arbi, pupa, que me ha empujado. Mirandés 1- Osasuna 0

- Mamá, que el profe me ha castigado y sin razón. 
- Ya sé hijo, ya. Él sabrá lo que hace, pero no te preocupes que tú eres muy bueno y sé que no tienes culpa.

Y en esas estamos con nuestro Osasuna. A todo mal le ha venido siempre su justificación, a toda crítica le ha salido una defensa con o sin argumentos por defender lo que hay y el niño ha salido malcriado.

Ayer se acabó esto. Mucha paciencia, muchísima, ha demostrado esta afición y, bajo mi punto de vista, de modo equivocado. Comprendo a la juventud, cuando sean aitas podrán comprobar que a un hijo no le puedes decir que todo está bien o justificándole siempre; cuando quieres pararle los pies es tarde. ¿Lo será con nuestros niños vestidos de corto y con nuestro niño grande que lleva chándal? 

El osasunismo, ávido de señales positivas en lo deportivo y en lo institucional, vio una en el partido del Girona, si bien para mí, y así lo dije, era pan para hoy y mucho hambre para mañana. Ese mañana llegó a los siete días. ¿Cómo puedes ir a jugarle al Mirandés a su casa, con su campo y esa climatología de la misma manera? No tiene ni pies ni cabeza, como no lo tiene salir con tus tres puntas, matando a dos de ellos fuera de su puesto y jugando arriba con un tipo que tiene horchata en sus venas y es muy limitado en el juego aéreo. 

Me engañó el partido en su comienzo. No se estuvo mal, se salió de nuevo atacando por banda derecha de modo vertical, intentando cargar el juego por ahí con la pareja Flaño-De las Cuevas, pero eso duró lo que tardaron los jugadores en ver que el campo no estaba para tocar y que el contrario mordía y podía hacer pupa.

Ahí ya empezó el Osasuna que llevamos viendo todo el año fuera de casa, salvo en Zaragoza. Pases, pases y ninguna señal de carácter ni de rasmia por ningún lado. Otro alcorconazo en toda regla. ¡Qué banda de mingafrías!

Nos ganó un equipo hecho para segunda B, un equipo que me dio envidia pura, como me ha dado el Racing, el Alcorcón, la Ponfe y no digamos nada el Sporting. Gente humilde, gente que sabe dónde está y a la que le cuesta ganarse las alubias. Saben a qué juegan y lo llevan a la perfección. Nosotros, cinco meses después, no sabemos a qué jugamos, cuál es nuestro objetivo y cada uno va por libre. Urban el viernes lo demostró de nuevo hablando de llegadas en enero. 

Hablar más del partido de ayer es absurdo y lo es porque no hubo partido; hubo un equipo que jugó a un fútbol con sabor a Farias y a antiguo y otro que estaba peinándose mientras le bailaban gentes como Carnicer. ¡Qué te baile este chico, manda narices!

El final del partido con la grada pitando y echando a los jugadores que se acercaban y la espera posterior al autobús demuestran que esto ya ha cambiado y que ayer fue un punto de inflexión en la relación del aficionado con el equipo. Hace mucho tiempo que vengo diciendo que lo peor de todo es que la ilusión de agosto está terminada y eso es una muerte lenta para Osasuna





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